ABORTO MISIÓN

29 noviembre - Abrucena Ubeire
Otra vez perdimos la oportunidad. Siempre en guardia y al final, vencidos por el frio, caemos al suelo... pero no nos vamos a dejar pisar.
Se está convirtiendo en maldita esta ruta para los dondebike. Son ya tres los intentos de llegar a ese hermoso paraje de Ubeire y por diversas razones las esperanzas se desvanecen en el camino.
Y es que siempre estamos con lo mismo, ¡bailando con el enemigo!, y si es al borde del abismo, mejor.
La climatología no acompañaba y tampoco lo iba a hacer a lo largo del día. Compañeros bikers cambiaban la ruta prevista con el fin de evitarse un mal trago de frío y lluvia. Nosotros sabíamos lo que nos esperaba y fuimos decididos a su encuentro.
La furgoneta del equipo A nos recogía contenta y nos transportaba cómodamente hasta Abrucena. Temperatura de 4ºC, pero la sensación de frío era soportable. Javi anuncia que tiene comida a las 14:30 (te casaste y la cagaste, ja ja); Diego tiene juguete nuevo (nada de lo que estáis pensando, un gepese de esos); Carlitos pensando en si tendrá la oportunidad de divertirse; Juanillo con culote corto (zapillero hasta la muerte) y Kiko deseando darle un bocado al bocadillo de salchichón que llevaba en la mochila. Si sólo hay una carretera debe ser por ahí, ¿no, Diego?, ja ja.
Los primeros 9 kilómetros hasta la roza se hacen rápido. Mucho movimiento de piernas para calentar y calentarnos. Solamente al final Juanillo hace el amago de quedarse, pero engancha bien. Buscamos Ubeire con un chirimiri que presagiaba lo peor. Comienza el viento. Aumenta la sensación de frío. La ruta hace que nos separemos poco a poco. Kiko aligera; javi y carlos aguantan. Juanillo a su ritmo y diego juega con la maquinita.
Qué bonita es la pista para entregarse en esta ruta. En condiciones normales sería un excelente día de bici. Ahora mismo estamos luchando contra todo. El reagrupamiento hace que nos empapemos aun más. Continuamos la marcha y no volveremos a entrar en calor... nos volvemos a separar.
Justo cuando andamos perdidos en aquel entorno blanco y frío, las desgracias no llegan solas; como si estuviera escrito. Nunca habríamos imaginado un infierno sin fuego ni calor.
Javi avisa: 'como esto siga así me doy la vuelta'. Kiko no lo duda:'¡para!, que esto hay que hablarlo'. Faltaban 7 kilómetros para llegar, y aún teníamos que volver. ABORTAMOS MISION. Pero en las distancias cortas nos crecemos ante el peligro. Hemos visto un sendero que nos propone ponernos en abrucena en 8 kilómetros. ¡PERFECTO!, no va a ser fácil, pero volvemos a buscar el abismo donde nos gusta bailar con el enemigo.
Y en este momento es donde cae un mito. Lo que tanto tiempo hemos tenido claro, sin ningún tipo de dudas, se derrumba. LA FURGONETA NO ERA DE M.A.; MURDOCK ES SU LEGÍTIMO DUEÑO.
¿Quién si no? El fugitivo de siempre. El que convierte la eternidad en un instante. CARLITOS galopa sobre su montura como cada vez que el terreno le ofrece una oportunidad. Y si se lo ponemos difícil, él mejor se lo pasa. Parece que al final tuvo su momento de gloria, como deseaba.
Atrás comienza el espectáculo. Eso sí que es pasarlo bien bajando. La verdad es que reímos por no llorar.

- ¿Estás bien Juan?- Juanillo no se mueve y tiene la bici encima. Javi, en su intento de no atropellarlo, besa también el suelo.

- No me movía porque no sabía para donde tenía que hacerlo. Estaba perdido.- JAJAJA

Por encima del manillar va Diego al suelo. Y para reírnos de todos falta kiko, allá vaaaa!.

En cuanto descendimos un poco en altura, el temporal nos dio una tregua. La osadía de retarlo la habíamos pagado ya.

Tiritando, recorrimos a buen ritmo el tramo que nos llevaba al armario. Sí, en la furgoneta había ropa seca que ha evitado la pulmonía de más de uno.

Muchos momentos para reir; alguno para llorar, pero una experiencia que nos ha enseñado mucho.

El bocadillo de salchichón estaba riquísimo, por supuesto. Las cervecitas del tercer puerto también, aunque esta vez eran de lata y nos las tomamos de camino para casa.

Otra vez nos ha vuelto a ganar. Siempre pensamos que la venganza llegará, y no tenemos más remedio que, de nuevo, volverlo a intentar.